Tipologías
XVII: Carrie (2013, Kimberly Peirce)
y la simbología de los espacios interiores,
personales
e íntimos
Dr. Norbert-Bertrand Barbe
Se
extraña el espectador en el remake (2013,
Kimberly Peirce) de la película de Brian de Palma (1976), que provocó el boom de Stephen King (ya que era la
primera adaptación de su primera novela, fechada ésta en 1974) y de su historia
de amor desde entonces, con los lectores, el cinema y la televisión, y hasta
con los periódicos, en los que hizo en los últimos años obras como romans-feuilletons a la manera de los
autores del siglo XIX, se extraña decíamos el espectador de una imagen, cuando
la heroína vuelve del baile donde la bañan en pintura roja, y donde mata a la
gran mayoría, y que, al volver a casa, asustada y fuera de sí, decide, para
quitarse la mugre mental y física que tiene encima, bañarse, en vez de ducharse.
Resultando
una imagen en la que está la muchacha en una bañera roja de pintura y a lo
mejor también de sangre, cuando la lógica nos induce a pensar que, si quería
limpiarse, no iba a ponerse a llenar una bañera (tiempo que implica tener la
mente relativamente en calma), ni mucho menos a quedarse en una, para no hacer
más que regar a su alrededor la suciedad de la que quería limpiarse.
Pero
la imagen le permite al filme presentarnos una muchacha acurrucada, en una
bañera roja, imagen impresionante si no fuera por lo ridículo de la situación,
cuando uno se la piensa.
Ahora
bien, no tendría sentido mencionar este desacierto cinematográfico si no
pensaramos que ello nos revela algo más.
La
propuesta de interpretación que daríamos del momento es la siguiente: se
remite, iconográficamente, a la idea de la asociación entre los elementos
acuasos de la menstruación (en la ducha colectiva, al inicio), el asesinato de
la heroína en la ducha en Psycho (1960,
Hitchcock), donde se ve la sangre llenar el desagüe, y, mental o socialmente, a
la idea, contradictoria aquí, pero presente, de lo que se suele llamar el arte del baño.
Es
decir, lo común, hasta en las películas, es presentarnos un héroe - a menudo un
policía - que, cansado de todo, decide ducharse para limpiarse con el agua de
toda los malos recuerdos y la mala experiencia laboral de su vida y del día
particular en el que, como espectador, le seguimos los pasos. Pero aquí, la
elección cinematográfica fue otra. Obviamente, la intención era, lo dijimos,
presentarnos una imagen de impacto. En la ducha, hubiese sido posible
escenificar el cuerpo de la muchacha arrinconado, lo que, a lo mejor, hubiese
sido todavía más fuerte, pero se hubiera perdido este color de la
sangre-pintura, que, como se burla el mismo King, lo hace merecedor de ser el
primer autor en haber llegado a la fama gracias a unos tampones femeninos.
Por
otra parte, es muy probable, que, creemos, inconscientemente, y es lo que más
nos interesa aquí, la cineasta haya pensado en el sentimiento encontrado,
contradictorio, de lo casero (la muchacha vive en una casa sin amor, con una
madre loca, rodeada de símbolos religiosos, a menudo su madre la encierra y
castiga, haciendo que ella se haya vuelto para todos los muchachos de su
colegio una persona rara, extraña y marginada) y de la enajenación (cambio
físico al pasar a la pubertad, marcado por un rechazo total de su entorno,
importancia mayor, como en Marnie,
1964, también de Hitchcock, de la simbología del color rojo, como moto, lema y
fondo, psicológico).
Es
así que, para relajarse de la tensión, nuestra heroína, en esto también, pero,
esta vez, nos atreveríamos a decir que no por desacierto propio, sino de la
puesta en escena, se encuentra intentando olvidar lo inolvidable, en un gesto
muy por debajo de lo que acaba de ocurrir, y muy por debajo por dos razones o a
dos niveles: primero porque el bañarse no es lo más occurente en el momento
específico, segundo porque elige - o nos hacen creer que elige - hacerlo
tomando el tiempo de llenar una bañera, y decidiendo limpiarse no quitándose de
una buena vez todo bajo el agua corrida de la ducha (como pasa por el desagüe
la sangre en Psycho, como la lluvia
limpia las heridas, en muchas canciones y películas, volviéndose un lugar
común, del cinema francés y europeo post-Nouvelle Vague y neo-realismo italiano,
a "Lluvia" del 2006 de
Eddie Santiago y "Vivir Mi Vida"
del 2013 de Mark Anthony), pero metiéndose en una tina de agua que sólo la hace
nadar como renacuajo en medio de lo que intenta olvidar.
Por
eso, al parecer, la ideología del arte del baño (en bañera - que implica tiempo
[de llenar la bañera, y de bañarse], relajación, bienestar, ambiente casero y
acogedor -), a la europea, parece haber prevalecido sobre el sentido del
momento, que hubiese impuesto una ducha (relacionado con la rapidez, la entrada
y salida, la velocidad, el golpe de agua para contrarrestar los malos momentos del
día, la manera más fácil de quitarse todo lo que uno puede haberse ensuciado en
el día - por ejemplo, yendo hacia lo absurdo, pero sin ser muy lejos de la
presente imagen, nadie que se hubiera llenado de lodo, entraría así no más en
una bañera para bañarse con todo y lodo, y remojarse en él, es el mismo
principio que antes de entrar en una piscina a la orilla del mar, cuando uno
viene de la arena, primero se hecha bajo la ducha para quitarse las particulas
y los granos y no ensuciar la piscina y volverla un estanque con tendencia a pantano
a corto o mediano plazo -).